Antonio López y López

Antonio López

Antonio López nace en Comillas en el año 1817, en el seno de una humilde familia, pasando sus primeros años en el barrio de Sobrellano, uno de los más antiguos de Comillas.
Siendo un niño, queda huérfano de padre y se ve obligado a emigrar a Andalucía a casa de unos parientes. Su estancia en esas tierras no duró demasiado, volviendo a Comillas poco después.

 

En la adolescencia emigra a Cuba, donde empezará a trabajar como recadista, montando después su propio negocio. Pronto conocerá y se codeará en Cuba con empresarios españoles, fundamentalmente catalanes. Uno de ellos será Andrés Bru, padre de Luisa, su futura mujer.

 

Sus negocios y su matrimonio le permitirán convertirse en uno de los hombres más influyentes de finales del siglo XIX. Entre sus más de doscientas empresas destacaron el Banco Hispano Colonial, la Compañía General de Tabacos de Filipinas y la Compañía Trasatlántica.

 

En 1853, a consecuencia de varios terremotos y del cólera que se había extendido en Cuba, decide volver a España con su familia y  fija su residencia en Barcelona.

 

A partir de este momento acude de forma periódica a Comillas, invitando en el año 1881 al propio Alfonso XII a pasar sus vacaciones en esta villa. El rey acepta, agradecido por el apoyo que durante años había recibido de Antonio. Apoyo económico, ya que le había prestado una ingente cantidad de dinero y también logístico, pues le había facilitado sus barcos para combatir las revueltas que tuvieron lugar en África y Cuba. Este agradecimiento fue acompañado también con su nombramiento como Primer Marqués de Comillas y como Grande de España.

 

La visita real y el papel de Antonio López como indiano enriquecido que quiere beneficiar a su pueblo, supuso una gran transformación para la Villa de Comillas, ya que para la ocasión se trasladaron a Comillas arquitectos y artistas catalanes, que además de engalanar el pueblo, pusieron el germen del modernismo catalán en la villa, a través de la construcción de edificios monumentales como el Palacio de Sobrellano, la Capilla-Panteón o la Universidad Pontificia.

 

Pero además de su papel de mecenas y de ser el precursor de una gran fiebre constructiva en la villa, fue también el artífice de otra gran transformación de la misma. Antonio, quiso hacer de la villa un lugar de descanso y veraneo. Lo consiguió frenando la tendencia ascendente de la industria minera en la localidad e impulsando actividades menos impactantes paisajísticamente como las cordelerías o alpargaterías.

 

Antonio López, muere en el año 1883.